Domingo 19 de Agosto de 2012 23:23
Los adolescentes usan pocos libros y más Internet para estudiar
Acceden a información dudosa. Según un ranking mundial, los argentinos aparecen debajo de la media en lectura de libros y entre los que más usan la Web.
Si los adultos usamos Internet para informarnos, para trabajar y hasta para auto diagnosticarnos, también los adolescentes usan cada vez menos libros y más Internet para hacer los deberes. Una prueba es que, tras 244 años de vigencia, la enciclopedia británica acaba de dejar de imprimirse en papel para generar sólo contenidos digitales. Sin embargo, señalan los especialistas, el problema de Internet a la hora de hacer la tarea es que muchos alumnos copian y pegan sin leer, se quedan con los primeros sitios que aparecen en los buscadores y confían en páginas dudosas.
Un estudio de la consultora internacional GfK hecho entre 37.000 jóvenes de 25 países mostró lo siguiente: en Argentina, el 42% de los jóvenes de entre 15 y 19 años encuestados “lee libros” mientras que la media entre México y Brasil asciende al 46% y la global (Europa y Asia), a 57%. Sin embargo, el interés de los adolescentes locales por la electrónica, Internet y las computadoras supera al del resto de los países, tanto con fines de entretenimiento como para hacer deberes (ver infografía). Así, cuando hicieron foco en el uso que le dan para resolver deberes observaron que muchos buscan información en sitios como Rincón del Vago, Wikipedia, Yahoo Answers y Taringa: sitios que contienen información y opiniones subidas por cualquier usuario y que, a pesar de eso, los alumnos suelen dar por válidos. Además, tienden a ir a las primeras páginas que aparecen o a leer la primera parte de un texto y copiar a ciegas el resto.
“Muchos chicos creen que todo lo que está en Internet puede ser copiado y utilizado literalmente sin referencias. Recurren al ‘copiar y pegar’ y hacen creer que ellos fueron los autores del texto. El problema no es sólo el plagio sino las consecuencias negativas para el desarrollo de su pensamiento reflexivo”, plantea Roxana Morduchowicz, autora del libro “Los adolescentes y las redes sociales”.
Karina Sapag, docente de comunicación de la Universidad de La Plata y de escuelas secundarias, describe: “Muchas veces les dejo una pregunta y en vez se investigar la escriben textual en Yahoo Answers y dan como válida la respuesta más votada por los usuarios. Otras, cuando cortan y pegan, borran párrafos enteros para que no quede un texto largo y sea evidente. Así, me encuentro con trabajos absolutamente incoherentes. También abren grupos cerrados en Facebook y suben los trabajos prácticos. Después, cuando a otra división le doy el mismo trabajo, los bajan y los entregan”. Se llama “copy paste” al cuadrado.
Nilda Palacios, licenciada en Educación y gerenta de Desarrollos Multimedia de Santillana, opina: “Antes de Internet existía un criterio de verdad con respecto a la información: si estaba en un libro, diccionario o enciclopedia era cierto. Hoy los alumnos tienen otros recursos disponibles, por lo que esos criterios están en tela de juicio. ¿Cómo saber qué es confiable y qué no? La consigna del docente es la que orienta la búsqueda”. Lo explica Sandra Ziegler, investigadora del área de Educación de FLACSO: “Si la consigna es “busquen información sobre tal tema’ probablemente apenas pondrán las palabras clave en Google y copiarán sin siquiera leer. Pero si les piden que analicen y comparen varias fuentes, ‘copiar y pegar’ carece de sentido”.
Que los adolescentes no leen libros es una afirmación debatida. Para Sapag “leen muy pocos libros. Es más, si les pido una lectura muchos buscan en Internet la reseña o miran la película. A veces esta forma ‘exprés’ de hacer la tarea es fomentada por los padres, que quieren que la resuelvan en minutos”. Palacios, en cambio, cree que “no leen menos sino distinto: es una lectura más salpicada y superficial, por lo que no estoy segura de que el proceso de comprensión sea del todo profundo”.
Ziegler no cree que Internet destierre a los libros: “Yo disiento con la mirada nostálgica que dice ‘antes se leía más’. Lo que hoy tenemos es una multiplicidad de fuentes y un caudal enorme de información. El desafío de los docentes no es sancionar sino enseñarles a validarlas y a seleccionarlas”. Morduchowicz va en la misma línea: “No se trata de elegir entre el libro, el diario, la televisión, una revista, el cine o Internet. Para fortalecer el capital cultural de los adolescentes es esencial que accedan a una diversidad de bienes culturales. Que reescriban con sus palabras lo que encuentran en Internet, que lo comparen para verificar su seriedad, que construyan sus propias conclusiones. Solo así, el potencial de Internet podrá ser aprovechado no sólo para la tarea escolar sino para fortalecer la actitud reflexiva y crítica de los adolescentes”.