Jueves 23 de Agosto de 2012 16:00
Marcos Mata: “No sé que es creérsela”
Tras cumplir el sueño de disputar un Juego Olímpico, el alero de Peñarol compartió su experiencia con El Atlántico y habló de su personalidad, siempre ligada al perfil bajo. “No sé a qué le llaman frío, pero el jugador no demuestra por patear una botella”, señaló el marplatense.
Marcos Mata hace del perfil bajo un culto. Nada puede cambiar su estilo silencioso, tímido. Ni siquiera ser uno de los mejores jugadores de la Liga Nacional, haber cosechado 11 títulos con Peñarol y ostentar el orgullo de ser el primer marplatense en disputar un Mundial y un Juego Olímpico con la Selección argentina de básquet mayor.
Osvaldo Echevarría lo pulió técnicamente y lo ayudó a dominar todos los fundamentos del juego. Hoy, con 26 años y 2 metros de altura, su talento y poderío físico trascienden las fronteras. Tuvo su bautismo con la Generación Dorada en Turquía 2010 de la mano de Sergio Hernández y hace muy poco cumplió el sueño de cualquier deportista, al codearse con los más grandes en Londres.
Pero Mata volvió igual que siempre. Ya no es tan pibe ni tan introvertido, pero mantiene la humildad y afronta su carrera con la sencillez de siempre. Su charla con El Atlántico, a pocos días de su arribo tras el cuarto puesto en los Juegos Olímpicos, no hace más que confirmarlo.
-Después de ver tantos por televisión, ¿qué podes contar de tu experiencia en los Juegos Olímpicos junto a la Generación Dorada?
-La verdad que traté de disfrutarlo y sacarle el mayor jugo posible. Traté de aprender y que ellos me cuenten vivencias que tuvieron, también aprender cómo estar en ese nivel y seguir queriendo lograr cosas, porque la verdad que ellos están en un nivel en el que no hay muchas más cosas como para superarse. Pero te muestran sus puntos de vista y uno toma las cosas a partir de lo que uno observa personalmente. Y obviamente que aprendo del trabajo que hacen en el día a día, en los entrenamientos, donde uno ve que se esfuerzan constantemente y que son profesionales con todas las letras. Eso a uno lo ayuda para seguir mejorando.
-Habías tenido la oportunidad de jugar el Mundial 2010, pero un Juego Olímpico es distinto. Además, esta vez tuviste a “Manu” Ginóbili de compañero.
-Sí, la verdad que al tener a “Manu”, personalmente lo sentí diferente. Me costó un poco en el arranque. En el 2010 me pasó que llegué y arranqué, y como que no me sentí tenso o inhibido porque no tuve casi tiempo de pensar en eso. Ahora, el primer proceso me costó un poquito porque yo creía que tenía chances de estar en los Juegos Olímpicos y uno se pone presiones y un montón de cosas que hicieron que en la etapa inicial me cueste. Aunque después ya le agarré el ritmo, la forma de jugar y traté de encontrar un rol en los entrenamientos y en lo que me tocaba jugar en los partidos. “Manu” cambia bastante la forma de juego del equipo, es un jugador fundamental, que ayuda en todos los aspectos.
-¿Hablabas con Sergio Hernández o con Leo Gutiérrez para bajar esa ansiedad?
-No, con Sergio hablaba pero no de eso, porque a él no le correspondía hablar conmigo. Con los que más hablaba era con Leo (Gutiérrez) y con Martín (Leiva), con quienes uno lleva mucho tiempo y sabe lo que piensan y cómo se manejan. Hablábamos y queríamos que pase lo que pasó. Que estemos los cuatro jugadores del mismo equipo fue muy lindo para nosotros, porque no es algo normal.
-¿Cómo tomaste la función de jugador de rol? En Peñarol no estabas acostumbrado a eso.
-No estaba acostumbrado, pero desde el momento en que me convocan yo sabía que iba para cumplir un rol, lo tenía bien claro. Sabía que si necesitaban que entre dos minutos para defender porque se daban así las circunstancias, tenía que estar listo. Yo tenía en claro que no iba a entrar de titular y que no iba a jugar 10 minutos de promedio. Obviamente que cuando estás ahí querés jugar, pero cuando no te toca tenés que tratar de apoyar desde el banco y animar a los que estaban bajoneados. En definitiva, aportar desde cualquier lado.
-¿Con qué acciones te fuiste dando cuenta que Ginóbili y el resto eran pares tuyos y no eran de otro planeta?
-Uno se da cuenta sólo. Lo que me pasó a mí en la primera semana de práctica, era que los veía y no quería hacer cosas por miedo a que no salgan. Pero después te das cuenta que cualquier jugador erra un tiro o pierde una pelota. Por eso lo único que me critico en todo este proceso fue eso, haberme sentido así. Después, siempre traté de dar lo máximo en cada entrenamiento y en cada partido que jugué, sea amistoso o no. En eso me fui muy conforme y contento conmigo mismo. Son cosas que sirven de experiencia para el futuro y uno tiene que saber que si está ahí es porque el entrenador lo cree capacitado.
-Leandro Ginóbili dijo durante una transmisión que era importante que te animes a hacer las cosas que hacías en Peñarol porque ibas a ser uno de los abanderados de la renovación. ¿Cómo lo tomás?
-No lo sabía (se ríe). Pero que diga eso gente que está viendo básquet constantemente, a uno lo pone feliz. Saber que te están poniendo en una posición tan alta es lindo, aunque también te pone un poco de presión (risas). Me gusta, es lindo que te reconozcan, porque uno hace un esfuerzo día a día para tratar de estar bien, de mejorar, de lograr cosas con su equipo y con la Selección.
-Has evolucionado mucho como jugador, ¿qué aspectos creés que te faltan mejorar?
-Me gustaría mejorar el dribbling, es lo que siento que me cuesta más que otras cosas. Después, mejorar mi tiro a pie firme y a la salida de las cortinas. Yo siento que me tengo confianza, pero uno tiene que saber que si tira 10 tiros, en una práctica tiene que meter 8 o 9. Tengo que seguir mejorando todo el tiempo.
-Sos un privilegiado en varios aspectos: fuiste el primer marplatense en jugar un Mundial y un Juego Olímpico con la Selección mayor de básquet y además fuiste dirigido por Osvaldo Echevarría y Sergio Hernández.
-Sí, la verdad que tuve suerte. También capáz que en el momento en que me tocó elegir lo hice bien, no lo sé. Pero estoy agradecido a Osvaldo y a todos los entrenadores que tuve en inferiores, que trataban de ayudarme, me cagaban a pedos cuando no estudiaba y me decían un montón de cosas que a mí me molestaban, pero uno cuando se va haciendo más grande se da cuenta. Osvaldo me llamaba todos los días, a veces me parecía pesado, pero eso te sirve para mejorar. Y claramente le estoy agradecido a Sergio (Hernández), porque cuando muchos entrenadores no me tenían fe, él no sé si vio algo o yo le rendí, pero a partir de su llegada mi juego cambió muchísimo y mis minutos también. Por eso quiero seguir mejorando y agradeciendo con juego.
-De todos los banderines que hay colgados en Peñarol, en el único título en el que faltás es en el de la 93/94. En los demás, estás en todos.
-Sí, la verdad que se me pone la piel de gallina. Uno no se da cuenta, pero la otra vez me preguntaban y quedaba mal, pero no me acordaba cuántos títulos había ganado. La verdad que es muy lindo. Cada vez que íbamos al quincho del club, donde están todas las copitas, las miraba y no lo podía creer. Porque es algo que cualquier jugador sueña. Ganar tantas cosas, entre ellas tres campeonatos de Liga, es hermoso. Hay que tratar de no olvidarse de eso.
-Tenés un perfil bajo marcado, ¿nunca te dijeron que te hace falta creértela más dentro de la Liga? Porque, por ejemplo, el “Che” García dijo que eras el mejor jugador de la competencia.
-La verdad que con el “Che” me llevé muy bien, es un tipazo. Yo no lo conocía, pero me motivaba (risas) y me la hacía creer. Eso me lo han dicho, pero no sé qué es creérsela. Muchas veces me pasaba que cuando estaba en inferiores, un montón de gente decía “Marcos no se besa la camiseta, es frío, no patea una botella”. Cada uno canalizará por su lado la bronca, el enojo o lo que tenga. O demostrará como quiera un triple, una volcada o lo que sea. Yo soy una persona así y creo que no tengo que cambiar por estar dentro de una cancha. Sigo siendo la misma persona. Entiendo que hay gente que lo toma diferente, pero es mi forma de ser y yo no voy a cambiar. No sé a qué le llaman frío, pero el jugador no demuestra por patear una botella. Creo que hay otras cosas. Yo no soy muy tribunero ni nada, y todas las cosas que conseguí, las conseguí a mi manera. Cada uno es como es y yo al que haga otra cosa no lo voy a señalar como alguien muy temperamental. En su momento me molestó que me digan todo el tiempo eso, pero lo tomé como que no me conocían personalmente. Cada uno puede tener una opinión diferente sobre alguien. Entonces traté de tomarlo así y seguir adelante. Creo que en el momento en que tengo que dar un chequeo fuerte en la cancha lo doy, o sea que no es que porque no soy temperamental o demostrativo, después no voy a jugar fuerte.
-¿Te ponés a pensar en que la próxima puede ser tu última temporada en la Liga antes de emigrar?
-No, no lo pienso. Ahora aproveché esta semana que tuvimos libre y volví como si fuese la primera vez que vengo a jugar. Estaba viniendo a entrenar y me ponía nervioso, no sé por qué. Acá ya los conozco a todos, pero es como cuando entrás a la escuela el primer día. Ya los conocés pero es lo mismo, a uno le agarra una cosa en la panza. Pero estoy pensando en esta temporada, no pienso en nada más. Para lo otro hay tiempo.
-Ahora, a entrenar duro para estar en Río de Janeiro 2016…
-Estaría bueno. Aparte tengo a mi hermana en Río y me está poniendo presión para que me ponga las pilas (risas). Hay que meterle duro, tratar de que salgan las cosas y seguir mejorando para estar listo si el día de mañana me toca.
LA VILLA OLÍMPICA, OTRO MUNDO
-En los Juegos Olímpicos hicieron cosas fuera de lo que es el básquet. Fueron a ver a Del Potro y a otros deportistas. ¿Qué podés contar?
-Todo en la Villa fue muy lindo. Es como una mini ciudad. Cuando llegué no me daba cuenta de que iba a ser así. Estaba muy bueno porque nosotros estábamos en un edificio con todos los deportistas argentinos y veías a Las Leonas, a los chicos del remo, a todos. Después ibas al comedor y te encontrabas con (Michael) Phelps, (María) Sharapova… Fuimos a ver a Del Potro, yo no conocía Wimbledon y me gusta mucho ver tenis así que estaba emocionadísimo. Fuimos con Facu (Campazzo) y con (Juan) Mónaco, que nos guió en un recorrido como un city tour. También estuvimos con (David) Nalbandian y con Del Potro y la verdad que son todos unos fenómenos. Me gustó muchísimo el lugar. También pude ir a ver la final de los 100 metros y, más allá de la velocidad, lo que me llamó la atención es cómo lo vive la gente. Yo estaba ahí y trataba de prestar atención a todo. En una carrera más larga vimos que, cada vez que los atletas pasaban por su sector, la gente gritaba muchísimo. Y en la última vuelta estaba todo el estadio gritando y era impresionante. Alentaban a tipos que estaban corriendo, que ya no daban más y que empiezan a correr a toda velocidad. Fue terrible, lo disfruté muchísimo. Es muy lindo cómo lo vive la gente y el clima que hay. Es impagable.
-¿Le pega fuerte Del Potro no?
-Sí, es terrible. En los saques yo ni sabía si picaban adentro o afuera (risas). Sacaba como a 200 kilómetros por hora de promedio. Si no veías que salía el polvito, a veces no te dabas cuenta si era adentro o afuera. Es terrible a la velocidad que juegan.
-Esas cosas te conectan con lo más puro del deporte y sacan por un rato de la exigencia de la competencia…
-Sí, en ese tiempo que estás mirando es como que estás en otro mundo. A mí me pasaba que iba y disfrutaba de eso. Después ibas a otro lado y pensabas en otra cosa. Cuando llega tu momento ya pensás en el partido y en qué hacer si te toca entrar.
LA “PICA” CON EL DREAM TEAM
-¿Qué te generó haber jugado contra los muchachos del Dream Team?
-Y… en Barcelona entré 40 segundos y en ese momento entré y no me puse nervioso ni nada. Lo tomé como un equipo más, aunque obviamente que estar al lado de Kobe Bryant y Lebron James es algo imponente, como también verlos en el hotel. Pero después llegó el momento de los Juegos Olímpicos y yo quería ganarles y tenía fe en que podíamos hacerle partido. A uno le encanta ver la forma de juego de ellos cuando lo ve por la tele, pero después te dan muchas ganas de matarlos porque parece que te boludean (risas). Es la forma de jugar de ellos y yo la entiendo, pero a uno, al ser competidor, le choca un poco. Igualmente había otros jugadores muy importantes, inclusive los de nuestro equipo. Uno veía a “Manu” cuando íbamos a comer y un montón de atletas le pedían fotos a él. Por ahí uno piensa “qué pesados”. Pero después te ponés a pensar y te das cuenta que el tipo es re grosso y lo conocen en todo el mundo. Estar entre esa gente es un mérito grande.
Por Ricardo Juan y Bernardo Rolón