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Miércoles 31 de Julio de 2013 09:20

Una charla con Sendra

El humorista gráfico cumple 40 años de carrera y en su reciente visita a Mar del Plata, recordó los orígenes de su profesión y destacó la continuidad de su personaje más conocido.

Fernando Sendra es uno de los humoristas gráficos más reconocidos del país. Entre sus historias más conocidas se encuentran las vivencias de Clodomiro, Prudencio o la tira Vida diaria. Sin embargo, Matías fue el personaje creado por el dibujante marplatense que más trascendencia ha tenido desde su primera aparición. Grandes y chicos crecieron con las historias de este niño, de apariencia inocente que a través de su relación con su madre conoce las características de los adultos y los cuestiona a sin perder su espontaneidad.

En sus orígenes, Matías acompañó algunas de las vivencias de Prudencio, un tanguero porteño. Sin embargo, por sus características fue tomando más relevancia. En 1991 se publicó por primera vez la historieta de “Yo, Matías” y hoy continúa siendo elegida por lectores de diferentes edades.

Nacido en Mar del Plata, Sendra se trasladó a la ciudad de Buenos Aires y comenzó la carrera de Ingeniería. Sin embargo, sabía que ese no sería su futuro. Un día camino a la panadería notó que finalizaba la inscripción en la Escuela de Bellas Artes y sin dudarlo se anotó. Ahí comenzó una nueva etapa que ya lleva 40 años.

“Por varios motivos y por la permanencia a través del tiempo, el personaje de Matías es el que fue adquiriendo más cosas mías”, afirmó Sendra sobre su creación. “Nació a partir de una necesidad mía, que era expresar mi relación con mis hijos”, agregó mientras dibujaba su personaje una y otra vez sobre programas de la muestra “Vacaciones con Matías” que se desarrolla en el Museo de Arte Juan Carlos Castagnino hasta el 19 de agosto.

Con sus propios marcadores, primero realiza los dos círculos que serán los ojos, luego una línea completa su rostro, una gran sonrisa, el cuello y el pecho. El recuerdo todavía no está terminado. Falta un “Hola…” con el nombre del destinatario y su firma. Este mismo trabajo lo realiza diariamente, sin mucha ayuda de la tecnología.

“Me crié escribiendo con la pluma cucharita, pero desaparecieron de las librerías. Ahora, sigo trabajando con mis lápices, plumas y marcadores. Sólo uso la computadora para corregir originales, cuando por ejemplo no hay lugar para el texto o los coloreo”, explicó mientras cierra el programa y continúa con la charla, entre risas y anécdotas.

Para Sendra, que durante su niñez leía a los más importantes dibujantes de la época, el humor permite “cambiar el ángulo desde dónde se da la información y de los temas que se hablan todos los días, para hacerlo pensar desde un lugar diferente”.

Al analizar la actualidad de las historietas, el dibujante señaló que “fue evolucionando el negocio cuando las revistas capturaron la publicidad”. “El humor es conflictivo porque está siempre está hecho para raspar el poder, decir cosas transgresoras, y se quedó sin publicidad. El negocio cambio: ahora es la venta publicidad, antes la de revistas”.

Durante su carrera lleva publicados más de 30 libros, sus personajes llegan a más de sesenta diarios del interior y exterior, también se ha dedicado a la literatura con la novela “La calle de las cuatro enaguas”. “Me gustaría escribir más, pero no tengo tiempo. Siempre digo que no escribo para contar algo, sino que escribo para averiguar lo que pasó”, afirmó.

- ¿Cómo define su estilo de humor gráficos?

- Creo que es muy argentino. Tenemos un tipo de humor que usamos constantemente y los que tenemos la oportunidad de trabajar en esto lo podemos desarrollar un poco más. El mío es un humor que tiene que ver con la palabra. Me gusta mucho más escribir que dibujar. Soy dibujante porque me formé como tal. La palabra y la idea para mi es muy importante, y el dibujo es la ilustración de eso.

- Fue estudiante de Ingeniería hasta que un día se inició en el humor y el dibujo. ¿Cómo fue esa decisión?

- La carrera de ingeniería era prácticamente una excusa para seguir viviendo en lo de mis padres. No daba materias. Algunas las aprobaba y nos las iba a firmar porque tenía tan poca voluntad de continuar con la carrera que no quería ni firmar lo que rendía. Un día mi “vieja” me manda a comprar pan. En vez de ir a la panadería de siempre, voy para otro lado y veo un cartel que decía “Hoy último día”. Como soy muy corto de vista no sabía de qué se trataba. Fui a comprar y a la vuelta me acerqué a ver que era: “Hoy último día de inscripción”. Si hubiera dicho “mañana último día de inscripción”, hubiera dicho “mañana vengo” y no hubiera ido nunca. Entré, me inscribí, rendí el examen de ingreso y ya quedé en carrera con el tema del dibujo. Siempre había tenido íntimamente el deseo de desarrollar el dibujo. Me pasaban dos cosas a la vez: dibujaba en la escuela de Bellas Artes y decía que no quería ser artista. En realidad no quería ser artista plástico. Simultáneamente escribía, y me pasaba lo contrario, quería escribir serio y me salía humor. Hasta que un día, después de varios intentos, acepté que escribía humor. Cuando uno en un diálogo hace un chiste, la gente se ríe, pero después pasó. Pero cuando uno escribe consigue congelar lo que escribió, permanece, y lo podes mostrar días después. No me había dado cuenta de eso hasta que un día lleve a la Escuela de Bellas Artes un trabajo. La gente se lo iba pasando y veía cómo se reían con algo que yo había hecho días antes. Para mí era una satisfacción tan grande que 45 años después lo estoy contando.

- ¿Cómo es un día de trabajo? ¿Hay una rutina?

- La fantasía es que como puedo hacer el trabajo en mi casa a la hora que quiero trabajo hasta las 5 de la mañana, me levanto a las 12. En realidad me levanto a las 8.30, a las 9 estoy en mi escritorio trabajando y termino a las 19.30. Todo ese tiempo estoy sentado en mi escritorio, eventualmente haciendo alguna otra cosa que tenga que ver con mi trabajo. No estoy en ese lugar tratando de irme porque me aburro. Estoy gustoso haciéndolo y lo hago. A lo mejor venís haciendo algo que parece que no tiene que ver, pero si. Capaz que la urgencia es que tengo que entregar un dibujo para el diario, y en cambio me puse a escribir una nota para otro lado. Pero en algún lugar se conectan las cosas y salen.

- Su trabajo como humorista gráfico comienza en 1973 y hubo muchos personajes antes de llegar a Matías. ¿Qué tienen ellos de Sendra?

- En la muestra hay un personaje que se llama Clodomiro que lo hice a partir de un autorretrato que dibujé mientras hablaba por teléfono. Si bien apareció de un autorretrato, tal vez su psicología todavía estaba muy sesgada por lo que conocía de otros personajes. Tiene algo autorreferencial en la imagen, pero es más fantasioso. Después hubo otros personajes y todos tienen que ver con el tipo de humor, que es lo que más permaneció invariable a través de los diferentes personajes.
Por ejemplo, está el Capitán Cacho. Argentina había conseguido mandar un astronauta el espacio pero no había conseguido vencer los problemas burocráticos. Se le vence el pasaporte en el espacio y no lo pueden traer de vuelta, entonces queda girando en el espacio y le pasan aventuras. Otro fue Prudencio, de una etapa más tanguera mía. Pero realmente por varios motivos y por la permanencia a través del tiempo, el de Matías es el que fue adquiriendo más cosas mías, sobre todo por que nació a partir de una necesidad mía, que era expresar mi relación con mis hijos. Cuando nació el personaje tenía a mis cuatro hijos en una edad muy chica. El mayor tenía 9, otro de 7, una nena de 3 y otra de 1. Estaba todo el día negociando cosas entre los chicos: que no se pelearan, que comieran, que se acostarán, el colegio, ir a buscarlos. Con el plus que el trabajo mío tiene elementos muy atractivos para ellos: marcadores, plastilina, cera, lápices de colores. Así que los chicos venían al estudio a jugar. Trabajo en casa, los materiales estaban ahí, los chicos en casa, los materiales le gustaban y mi ex esposa estaba trabajando: se daba todo para que se pasaran el día en mi estudio haciendo sus cosas. Que Matías surgiera en ese momento fue una necesidad.
A Matías lo tuve un tiempo largo guardado hasta que no encontré redondearlo, que fue cuando me di cuenta que no quería contar un personaje infantil, sino más bien la relación de ese personaje con su adulto, con su correspondiente contraoferta.

- ¿Ahí es cuando surge la figura de una madre? ¿Por qué no se muestra?

- Hay varios motivos para eso. Uno es porque me parece que es un personaje tan importante que si los pusiera a los dos en imagen no se sabría cual es el personaje. A los dos los siento parte de una sola unidad. El personaje es el diálogo de la madre con él, donde hay una lucha de poder, a ver quien tiene o no la razón. Tanto es así que a lo largo de los años mientras mis hijos fueron creciendo de alguna forma el personaje de Matías se fue volcando mucho a la importancia de la madre, porque ahora soy más adulto que chico, mis hijos son más adultos que chicos. Entonces el personaje de la madre tiene más importancia con el tiempo.

- ¿Se podría decir que la madre de Matías es Sendra como padre?

- Si, seguro. Con la madre de Matías quise hacer un adulto. La relación más habitual era un chico con su madre, entonces lo puse a Matías con una mujer. Mientras el tema era el diálogo entre la madre y el hijo no había problema si era por irse a acostar, por la comida o por otro tema. Cuando la madre tenía que empezar a hablar de cosas femeninas yo no sabía si eso era lo que sentía una mujer o no. En el momento que me empecé a meter en ese lío, un día voy al diario y se me acercan dos compañeras por situaciones diferentes y las dos me dijeron: “Yo no sabía que te había contado eso”. Entonces me di cuenta que a las mujeres le pasaban ciertas cosas con la frecuencia necesaria para que dos chicas se hubieran acercado a contarme.

- Matías está rodeado de personajes muy diferentes a él. ¿Cuáles son sus lugares en la historia?

- Los personajes que acompañan a Matías busqué que fueran lo que no es él. Por ejemplo, la amiguita Tatiana, es su par femenino y pueda hablar de cosas que él no podría hablar con la madre, que no es su par femenino, y no hay una relación de igualdad. El psicoanalista vendría a ser su par adulto, tanto que a veces pienso que él podría ser Matías de grande. Lalo es un par de su misma edad pero tiene y le faltan las cosas inversas a Matías. Por ejemplo, él es solo, de clase media o no demuestra tener problemas económicos. En cambio Lalo anda siempre tratando de rebuscársela porque necesita de todo, tiene 14 hermanos, vive el padre y maltrata a la madre. Socialmente y familiarmente la vida de Matías es más tranquila y la de Lalo es más complicada, y puede hablar cosas con uno que no puede hablar con el otro.

- De las historietas de Matías, surgió “El diario íntimo” y “El ombligo observador”. ¿Cómo fue ese proceso?

- Soy zurdo y dibujo con esa mano. Pero por esas cosas de la educación de la década del ´50 había que usar la otra. Me acostumbre a escribir rápido con la derecha. Con la otra mano en cambio he intentado escribir solo por hacer la prueba. Un día fui a comprar un cuaderno nuevo para anotar con la emoción de los chicos cuando tienen algo nuevo y quiere hacer las cosas bien; y empecé a escribir con la mano izquierda un poco para vengarme con mi maestra de primero inferior. La letra me salía infantil, y para respetarla, escribí un relato infantil. Ni siquiera pensé en Matías. Me gustó la idea y estuve varios días escribiendo. Tenía la ventaja que como la letra era muy lenta me daba más tiempo para pensar y eran relatos más lindos. Me di cuenta que el relato de un chico de un diario intimo podía ser algo muy divertido. Entre que empecé y lo publique pasaron cuatro años. Se me complicó porque no tenía una solución grafica para eso, nunca lo había pensando. Cuando la encontré empecé a publicarlo. Iba a San Telmo a buscar estampitas, figuritas, fotos de principios de siglo de mujeres u hombres hablando e inventaba diálogos. Tenía que poner gráfica que Matías lo pudiera haber usado con un diálogo, pero prescindir de un dibujo adulto. Hay fotografías, objetos, dibujos de mis hijas y algunos míos también.

- Lleva 40 años publicando, ¿hay algo que quedó pendiente en su carrera? ¿Qué aprendizajes valora?

- Uno hace una autocrítica y en ella se puede decir en qué cosas se podría haber estado mejor, pero también hay que empezar a recordar cómo se lo hizo. Hay cosas que las hice con un chico a upa, otras las escribí en un taxi porque no se me ocurría nada. Tuve una gran suerte y, al mismo tiempo, una falta de fogueo porque conseguí trabajo en medios muy importantes muy temprano. El diario sale todos los días y si algún día te quedaste sin ideas o te agarró una gripe, o pasó algo importante, se acabo. Estar un diario que vos sentís que es muy visto sin la experiencia previa, sin archivo, hace que te angusties y eso deriva en falta de creación o en diferentes cosas. Si hoy no se me ocurre nada tengo archivo, desde dibujos que tengo con ideas que nunca le encontré un remate, hasta remates donde un nunca encontré un comienzo, pero que trabajándolo un rato lo haces publicables. También pasa que tengo la experiencia para saber que eso puede ocurrir, y que la falta de ideas se arregla a lo mejor con una charla telefónica con un amigo o con ver televisión, para refrescarse. La falta de experiencia, de archivo y de un fogueo me vino muy de golpe. Después pase por otros medios y me puse en el ruedo.

- ¿Cómo analiza que un personaje como Matías capté la atención de diferentes generaciones y siga vigente a más de 20 años de su primera aparición?

- Es una alegría. Creo que es un personaje que cuenta historias que tienen que ver con lo emotivo. Matías habla de sus emociones. En las historietas hay algo del amor, del odio, del deseo dando vueltas. Me parece que las emociones son transgeneracionales. Un chico odia y yo también puedo sentir que odio, por diferentes motivos pero con la misma clase de odio. Envidio con la misma clase de envidia. Cuando tengo amor, también tengo el amor de la misma manera sobre diferentes cosas. Si a los siete años me gustaba mi compañera de banco, hoy será mi compañera de edificio.

Fuente: El Atlántico